¿Cuál es el agro que Colombia se merece?, segunda entrega

Por Lourdes Molina Navarro

Especial para ABC de América

ABC de América habló con el actual ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, varios ex ministros que ocuparon esta cartera y defendieron, en su momento, los intereses del agro, con líderes gremiales que conocen muy de cerca la realidad de la agroindustria y con empresarios que no han hecho nada distinto a sufrirlo, trabajar con lo que tienen a su alcance y esperar mejores días por venir de la mano de políticas que contribuyan a fortalecer un sector que debería ser la llave de la prosperidad y pujanza de un país como el nuestro.

¿Cuál es el agro que Colombia se merece?, ¿qué hay que hacer para llegar al agro que el país realmente necesita? y si hubiera una fórmula ¿cuál sería ésta para lograr un agro competitivo, eficiente, rentable y sostenible?, son las preguntas que les formulamos a los entrevistados y estas fueron algunas de sus respuestas.

Jens Mesa Dishington, Presidente Ejecutivo de Fedepalma

Yo diría que Colombia se merece el agro que tiene, porque lo que hoy tenemos es fruto de lo que el país ha hecho en distintos frentes y yo pienso que, en general, es lamentable lo que tenemos.

Colombia no está aprovechando en favor de sus ciudadanos todas las oportunidades que tiene el campo colombiano para desarrollar empleo, ingreso y aportar bienestar a tanta gente que vive en las zonas rurales y por el contrario hoy el campo es la región más atrasada frente a la realidad nacional.

El país tiene una extraordinaria dotación de recursos naturales que los entregó Dios pero que los colombianos no hemos aprovechado adecuadamente. Estamos en el trópico, con una variedad de climas y una presencia muy importante de montañas. Este es un país que tradicionalmente ha tenido una gran riqueza y biodiversidad en agua y una frontera muy amplia. Con dificultades, pero extensa. Alrededor de unos 23 millones de hectáreas son aptas para la agricultura.

¿Qué hay que hacer para llegar al agro que el país realmente necesita?

Muy seguramente si les preguntamos a ciudadanos del mundo, que están en países con muchas más limitaciones que las que tenemos nosotros, seguramente dirían que toda la frontera agropecuaria colombiana, con alguna adecuación, se puede aprovechar para ser cultivada y cuando yo digo esto, me refiero a pastos, porque soy del concepto que para ser buen ganadero primero hay que ser buen agricultor de pastos y forrajes.

Para mí no hay un divorcio entre agricultura y ganadería, son dos actividades complementarias. Yo aspiraría que tuviéramos un agro moderno, altamente tecnificado, competitivo, conectado a los mercados locales e internacionales, generando realmente muchos ingresos y recursos para el país y no la situación actual que tenemos, de una gran dependencia minero-energética. Colombia realmente tiene todas las posibilidades como lo ha señalado la FAO, el Banco Mundial y otros organismos, una despensa agrícola del mundo, que ante ese reto, debemos producir una cantidad de alimentos para abastecer el crecimiento de la población y el alimento para las necesidades de esa población que cada vez va mejorando su nivel de vida, pues hoy el desafío es dónde se va a producir esa mayor cantidad de alimentos? Y somos parte de esa solución y nosotros tenemos que jugar dentro de este escenario y creo que lo podríamos hacer.

Sin embargo, es importante precisar aspectos de cómo hacerlo. Para mí, el modelo para desarrollar las posibilidades en el campo colombiano es el modelo agroindustrial, que incorpora tecnología, que se desarrolla a una escala que permita viabilizar los negocios económicamente y que en la medida en que en Colombia somos pequeños y medianos agricultores, en general, hay gran cooperación entre núcleos de productores para poder darle esa dinámica a los negocios, que incorporen procesamiento de los productos primarios para darles cada vez más valor y llegar con una oferta más diversificada de productos y eso les da acceso y estabilidad frente a las condiciones de los mercados.

Ese modelo agroindustrial también se volvería el jalonador de esa otra realidad que hay en el campo colombiano que uno puede hablar de agricultura familiar que es un tema que requiere toda nuestra atención y ante todo es de orden social para lo cual el país debe desarrollar un paquete de políticas apropiadas pero me temo que sin un sector agroindustrial próspero, difícilmente esa agricultura familiar sola puede ser sostenible a largo plazo y tampoco creo que todo ese potencial agrícola que tiene Colombia se pueda aprovechar simplemente con un modelo de agricultura familiar. No, Colombia tiene que reconocer cuál es su realidad social y con profundo respeto por ella, ver la mejor manera de ayudar a que esos colombianos también prosperen, y una forma es desarrollando unas zonas del país, con productos de talla mundial, que realmente puedan jalonar la producción para agricultura familiar.

Si hubiera una fórmula ¿cuál sería ésta para lograr un agro competitivo, eficiente, rentable y sostenible?

El Gobierno tiene también que tomar conciencia de que los presupuestos para el agro tienen que corresponder con la importancia y con lo que representa este sector en el país. Hay estudios que tiene el Gobierno que muestran claramente, que por décadas, hay una subinversión en el sector rural, es decir ha habido una acción premeditada de favorecer más a los centros urbanos y desfavorecer las zonas rurales. Eso tendría que cambiar y se necesitan unas políticas públicas que apoyen a los agricultores, políticas que ayuden a construir capacidades en ellos, no que sean asistencialistas que lo único que construyan sean dependencias a largo plazo. Aunque muchos gusten de estas políticas y ello pueda ser más atractivo políticamente, esto debe cambiar, se precisa estabilidad en dichas políticas e institucionalidad pública y funcional, que no tenemos. En buena parte porque no hay estabilidad en las cabezas de estas instituciones.

El actual Ministro de Agricultura, Aurelio Irragorri, también ha traído a colación algo que muchos conocemos y es que la inestabilidad en las políticas agropecuarias, se puede reflejar, de alguna manera, en que ha habido 100 ministros en 101 años de historia del Ministerio de Agricultura, con lo cual difícilmente uno construye algo importante, cuando prácticamente un ministro no puede cosechar nada de lo que siembra. El que no aspira a cosechar lo que siembra, no lo hace bien, y eso es parte de lo que ha sucedido.

Yo muchas veces me he hecho la reflexión, si igual cosa ocurriera en una empresa privada, de gerentes de un año, estoy seguro que esas empresas tampoco podrían llegar a ser prósperas. Se requiere que las entidades, al igual que las empresas, tengan al frente la mejor gente y que ésta tenga tiempo para desarrollar a plenitud su capacidad de creación e innovación.

Nosotros hemos visto que en los emprendimientos productivos, hay roles para distintos sectores. El empresario, el productor, tiene que ser una persona que impulse su negocio con creatividad e innovación, con un empeño alto por la productividad y por la eficiencia. Que tenga claro que su responsabilidad es de la cerca para adentro y lo debe hacer como los mejores. Por otra parte, El Estado tiene que entregar esas condiciones que requiere el empresario para generar seguridad y confianza en las inversiones. Eso implica que haya unas buenas condiciones para el tema laboral de infraestructura. Por ejemplo, nuestra actividad se lleva a cabo en zonas remotas, que el Estado tenga más presencia allí, con salud, educación, vivienda para las personas que trabajan allí. Eso no se le puede dejar solamente al empresario, que haya una buena política agrícola, comercial, esas son responsabilidades del Estado. Y el gremio también ayudando con bienes públicos sectoriales. Y es lo que estamos haciendo nosotros, desarrollando investigación aplicada, información específica sobre el sector, ayuda para los programas de asistencia técnica para los pequeños y medianos productores, etcétera. Cosas que difícilmente un productor individual lo puede hacer para todos o que el gobierno pueda entrar en algo tan específico como esto. Si los tres se dedican a lo que les corresponde, pueden tener un buen resultado. Como marco de referencia que es lo que uno ve en la agricultura colombiana? Tenemos una frontera muy amplia, más de 44 millones de hectáreas y solo aprovechamos 7 millones de hectáreas y la pregunta que uno se debe hacer es aparte de esa disponibilidad en tierras, Colombia es un país rico en agro, tiene tierras y por qué no lo aprovechamos? Y resulta que si hay unos temas que no se han trabajado adecuadamente y uno ve que hay incertidumbre sobre la legislación de tierras, en el tema agrario y ese siempre ha sido un tema ideologizado, donde los inversionistas no tienen suficiente claridad de cómo adelantar su actividad y falta infraestructura, hay tierra pero sin infraestructura por eso es que no se usa. Infraestructura logística en muchos casos, lo cual hace muy costoso mover los productos a los centros de consumo. Está todo el tema de adecuación de tierras, tenemos tierra y tenemos agua, pero ésta no la tenemos donde se necesita y cómo se necesita, o no tenemos los drenajes suficientes. Entonces programas como Colombia siembra que es para sembrar un millón de hectáreas, debía estar precedido de un programa para adecuar un millón de hectáreas de tierra y adecuar quiere decir ponerle riego a todo esto. No vemos que esto se esté esbozando así, si queremos tener hectáreas productivas.

Colombia tiene que mirar que si bien tenemos un mercado local importante, es pequeño para grandes emprendimi entos o para el crecimiento significativo de sectores. El país tiene que volcarse a tener una mentalidad exportadora y no tenemos una logística para ello y hay que trabajar en eso si queremos participar de manera efectiva con las oportunidades que ofrece el mercado internacional.

Por otra parte, estos son elementos que hay que tener en cuenta si hablamos de un agro ideal. Por ejemplo, resulta cuestionable la medida de controlar la inflación a través de disminución de aranceles, teniendo en cuenta que dicha reducción puede perderse en la cadena de distribución y convertirse en una simple trasferencia de rentas del sector agrícola a los otros eslabones de la cadena. Es claro que nunca ha sido una buena política tratar de controlar la inflación golpeando a los sectores productivos.

Por ello, reducir a 0 % el arancel para los aceites y grasas desde todos los orígenes, resulta excesivo e innecesario, máxime si se tiene en cuenta que los aceites y grasas apenas participan con el 1% dentro de la inflación total.

El Gobierno no está tomando en cuenta todo lo que debiera en materia de formalidad. Este país es tan grande y tantas son sus necesidades, que el Gobierno bien puede aliarse con entidades privadas, para no duplicarse, vía convenios para prestar buenos servicios. Los temas necesitan conocimiento y por eso hay que trabajar con los que saben.

Durante más de 10 años el sector palmero tuvo que enfrentar la aguda apreciación del peso colombiano, con la consecuente disminución de sus ingresos sin que existieran políticas públicas que permitieran compensar dicha situación. Fruto de la revaluación, es importante señalar que con el precio de una tonelada de aceite de palma se pagaban cerca de 5 salarios mínimos en el año 2003 y para el 2014 pasó a tan solo 3 salarios, menoscabando la competitividad de la agroindustria.

Ahora, cuando la situación se revierte y el peso colombiano empieza a devaluarse, el Gobierno Nacional adopta medidas que cambian las reglas de juego, afectando la seguridad jurídica y económica del sector, sin tener en cuenta que la palma de aceite es un cultivo de tardío rendimiento, que requiere señales estables en el tiempo.

La agroindustria de la palma de aceite es una actividad que adelantan alrededor de 6.000 cultivadores, en su mayoría pequeños y medianos productores, presentes en 125 municipios y 20 departamentos del país.

Valga recordar que esta agroindustria es intensiva en mano de obra, genera cerca de 140.000 puestos de trabajo, directos e indirectos, y en muchas regiones del país es la única alternativa de producción legal.

La medida del Gobierno permitió el acceso a la importación de aceites crudos y refinados, de países que aplican subsidios directos a la producción o al consumo, e impuestos diferenciales a las exportaciones de estos productos, como Malasia e Indonesia, lo cual desincentiva la industrialización en Colombia, menoscaba el consumo doméstico de aceite de palma de producción nacional, genera efectos adversos en la comercialización del fruto y del aceite de palma, y amplía aún más el déficit de la balanza comercial de aceites y grasas en Colombia.

¿Cómo entender esta decisión del Gobierno, siendo el cultivo de palma de aceite una de las actividades que genera mayor dinamismo en el campo colombiano, el segundo cultivo agroindustrial después del café, con gran impacto social en zonas difíciles de la frontera agrícola, que se adelanta en medio de condiciones adversas, de inseguridad, falta de infraestructura y precarios bienes públicos, como ocurre en Tumaco, el Catatumbo, el Magdalena medio, entre otros lugares, y que está llamado a tener un papel destacado en el postconflicto y los acuerdos de paz?