Por Jens Mesa Dishington, Presidente Ejecutivo de Fedepalma
Para Fedepalma es motivo de orgullo llegar al aniversario número 55 de su fundación. Este hito del gremio palmero, representa la fortaleza y la madurez de su institucionalidad.
Asimismo, la confianza y la solidaridad que ha primado durante todo este tiempo entre los productores y empresarios de la agroindustria de la palma de aceite.
Es así como el área sembrada en palma de aceite pasó de 5 mil hectáreas en 1962, año en que se funda Fedepalma, a 103 mil hectáreas a finales de los años 80, y supera hoy día las 500 mil hectáreas. La producción de aceite de palma pasó de 15 mil toneladas a inicios de los años 60, a 232 mil toneladas en 1989 y a más de 1,6 millones de toneladas en 2017, con un valor de la producción que bordea los $3,3 billones en la actualidad. En la última década, la producción de aceite de palma ha crecido a una tasa promedio del 9,2%, lo que refleja su dinamismo.
La cifra récord de producción en el último año significó un crecimiento de 42% frente a 2016, con lo cual esta agroindustria avanza rápidamente para superar los dos millones de toneladas anuales de aceite de palma. En 2017 el sector palmero exportó la mitad de su producción, ocupando el quinto lugar en el ranking de productos agropecuarios de exportación y convirtiéndose en el segundo producto con mayor aporte al crecimiento de las exportaciones de productos agropecuarios, alimentos y bebidas.
En el contexto internacional, Colombia es el cuarto productor mundial de aceite de palma (después de Indonesia, Malasia y Tailandia) y el primero de América, alcanzando en 2017 un rendimiento de 3,8 toneladas de aceite por hectárea, cifra que supera el promedio mundial y posiciona nuevamente a la palmicultura colombiana en niveles similares a los de países líderes como Indonesia y Malasia.
De acuerdo con el Censo Agropecuario del DANE de 2015, la palma de aceite es el segundo cultivo permanente con mayor extensión en área sembrada, después del café, y el cuarto si se consideran las principales siembras de permanentes y transitorios. En términos de valor de la producción, el aceite de palma es el segundo producto de mayor relevancia (después del café) dentro de los cultivos permanentes y el sexto renglón en generación de valor en el sector agrícola.
Estimaciones de Fedepalma a partir de cifras del DANE, muestran que en 2016 el sector de la palma de aceite tuvo una participación de 9 % en el PIB agrícola nacional y de 8 % en el referente agropecuario.
El cultivo de la palma de aceite ya tiene presencia en 21 departamentos y 152 municipios de la geografía nacional, congrega el esfuerzo y el trabajo decidido de más de 6.000 productores, donde el 80 % corresponde a pequeños productores, empresarios palmeros de menos de 50 hectáreas, muchos de ellos conformando 139 alianzas productivas estratégicas palmeras.
Esto se ha traducido en la generación de alrededor de 160 mil puestos de trabajo, directos e indirectos, y en un mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades rurales donde opera la agroindustria. Bien lo recoge un estudio del Departamento Nacional de Planeación, en el que compara municipios que han afrontado conflicto armado donde existe el cultivo de palma, frente a municipios con el mismo conflicto pero que no tienen palma cultivada, y donde encuentra que el valor agregado per cápita de los primeros supera en 30 % el de los segundos, catalogando esta diferencia como el “dividendo social de la palma”.
Este evidente desarrollo y posicionamiento del sector palmero se ha logrado con la determinación, el esfuerzo y el compromiso de muchas personas, superando muchos retos y dificultades, pero sobre todo, rompiendo paradigmas. Por ello, el trasegar del sector durante estos cinco lustros es motivo de satisfacción y de reconocimiento al trabajo colaborativo.
Pero no solo el gremio se ha fortalecido, también lo ha hecho Cenipalma que cuenta ya con 26 años de existencia, durante los cuales se ha posicionado como uno de los centros de investigación líderes en el sector agropecuario colombiano y como un referente en tecnologías para la palma de aceite a nivel nacional e internacional. Gracias a la labor de investigación y extensión de Cenipalma, el sector palmero ha podido enfrentar de mejor manera las limitaciones del cultivo y ha avanzado en términos de productividad y del manejo fitosanitario.
Tampoco sobra decir que el desarrollo de la institucionalidad y de la gremialidad palmera, ha llegado a convertirse en un referente para otros gremios agropecuarios del país y para empresarios del sector palmero en otros países de América.
Todo este transitar nos ha dejado importantes logros y aprendizajes, pero también nos invita a reflexionar sobre el futuro y sobre cómo podemos aprovechar mejor las oportunidades que tiene esta agroindustria.
La primera de nuestras metas se ha enfocado en superar los retos del entorno colombiano, dado que enfrentamos una nueva realidad, en especial en el campo, a raíz de la implementación del Acuerdo de Paz con las FARC. No podemos desconocer que existe una debilidad y pérdida de confianza en las instituciones y se avecina un nuevo gobierno, que tendrá la responsabilidad de consolidar la democracia, recuperar la seguridad jurídica, apoyar la iniciativa privada y garantizar el derecho a la libre empresa, defender la economía de mercado, y afianzar la legalidad y la formalización en el país. Específicamente en el agro, es imperativo brindar seguridad jurídica en relación con la tenencia y el uso de la tierra, pues la incertidumbre que se ha vivido en los últimos años desestimula la inversión.
La segunda tarea es continuar fortaleciendo la competitividad del sector palmero colombiano, en aras de llegar con éxito a los mercados internacionales, para lo cual contamos con el conocimiento, la tecnología y la empresarización para hacerlo. La tercera, desarrollar una estrategia de promoción y mercadeo del aceite de palma, que lo posicione a nivel local e internacional. La cuarta, fortalecer y dar un enfoque integral a la extensión y a la capacitación, para garantizar la adopción efectiva de la tecnología disponible y un recurso humano competente en los diferentes niveles y en todas las actividades de la cadena de valor. Y la quinta, contar con un gremio sólido, moderno y dinámico, que entienda y conozca la realidad del negocio, que oriente al sector y responda rápidamente a los nuevos desafíos, y que continúe representando con legitimidad a los productores.