Iván Duque demolió al uribismo y dos siglos de hegemonía bipartidista

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ GARCÍA, Director de ABC de América

El triunfo electoral de Gustavo Petro no solo marca un hito en más de dos siglos de vida republicana, que por primera vez deja a Colombia en manos de un gobierno de la izquierda, sino que también constituye una brutal derrota para el presidente Iván Duque, su partido, el Centro Democrático y el Uribismo, que habían mantenido por dos décadas una hegemonía política.

Obviamente,  salvo la traición durante ocho años de esos 20 años del expresidente Juan Manuel Santos, quien, si bien llegó al cargo valiéndose de los preceptos de su antecesor Álvaro Uribe, tan pronto como resultó elegido le dio un giro de 180 grados a su agenda política, la cual cambió de la seguridad democrática, fundamentada en la estrategia de aniquilar militarmente a las Farc, a un proceso de diálogo con esa guerrilla, que culminó con la firma de un controvertido acuerdo en La Habana.

Y es que de nada le sirvieron a Duque su eficaz manejo de la pandemia del covid19 junto con su plan de vacunación, ni mucho menos la inmediata recuperación, tanto de la economía como del empleo, tras semejante calamidad.

Es muy probable que hayan pesado más sobre esos resultados, factores como el estallido social de 2021, que además de por lo menos de un centenar de muertos y millonarios daños materiales, gracias a la genialidad de su exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla de cobrarle IVA a los artículos de la canasta familiar en una reforma tributaria, una propuesta fallida que luego le garantizó como premio un puesto nada despreciable en la Junta Directiva del Banco de la República.

Asimismo, el asesinato de casi unos 930 líderes sociales durante este último cuatrenio, dato suministrado por Indepaz que de inmediato rechazó el gobierno. El mismo Instituto reporta para los últimos dos años y medio cerca de 235 masacres.

Además, la tozuda actitud del presidente Duque en cuanto al manejo de las relaciones con el principal país vecino, Venezuela, a cuyo gobierno liderado por Nicolás Maduro, se dedicó a señalarle que tenía los días contados, plazo que ahora se le revierte, pues hoy el conteo regresivo le indica que deberá abandonar la Casa de Nariño, el palacio presidencial de Colombia, en menos de 50 días.

Analistas constitucionales también le endilgan a Duque el haberse burlado de las instituciones, al nombrar, por ejemplo, a sus mejores amigos en órganos de control fundamentales para la vigilancia de las acciones de gobierno. Y también, al impulsar normas como la abolición temporal de la ley de garantías, una herramienta que evitaba que los dineros públicos se destinaran a la financiación de campañas de políticos, fuera para llegar al Congreso o a la misma presidencia de la República.

En Suma, con Iván Duque se van por el piso 20 años de pugna política entre el uribismo y el resto de los sectores políticos, pero, sobre todo un edificio de historia republicana construido hace 220 años (contando desde 1810 con el grito de independencia de España), en los mayoritariamente predominaron las hegemonías liberal y conservadora. No se puede tapar el sol con un dedo, hoy comienza una nueva historia para Colombia.