La más conmovedora bendición papal en la historia de la humanidad

Por Francisco Rodríguez García

Francisco, un Papa triste y solitario, ha sido protagonista desde la emblemática Plaza de San Pedro en el Vaticano de la bendición papal más conmovedora en la historia de la humanidad.

“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”.

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La ceremonia más austera en toda la historia del catolicismo ha contado con la mayor atención en todo el planeta. Foto, Vaticannews.com

Con estas palabras, el Papa Francisco ha iniciado su reflexión centrándose en el Evangelio según San Marcos, capitulo 5, versículo 35, tras la escucha de la Palabra desde el atrio de la Basílica de San Pedro en el momento extraordinario de oración convocado por él mismo el pasado domingo ante la emergencia sanitaria por coronavirus, de acuerdo con información de vaticannews.com, el portal oficial del Vaticano.

El Papa además ha expresado que “nos encontramos asustados y perdidos” pero en esta barca – recuerda – “estamos todos”, de hecho, continúa, “al igual que esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

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La soledad y solemnidad del Papa Francisco conmovió a toda la población católica en todos los rincones del mundo. Foto, Vaticannews.com

Jesús calma la tempestad

Reflexionando sobre el Evangelio de San Marcos, el Papa habla de la “tempestad”: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades”.

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La Plaza de San Pedro, tradicionalmente atiborrada en las intervenciones dl Papa, lucía esta noche sombría y literalmente, sin un alma. Foto, Vaticannews.com

Para Francisco, la tempestad también nos muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.

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De principio a fin el semblante del Papa Francisco fue triste y sombrío. Foto, Vaticannews.com

Pero esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y deje al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.