Humberto de la Calle enfrenta ese dilema de figurar como unos de los mejores candidatos a la presidencia, pero al mismo tiempo el de menor favoritismo entre las proyecciones electorales.
Y al mismo tiempo, pudiera ser el último portador del título de candidato oficial del partido Liberal, una colectividad que hace tres décadas se caracterizaba por ostentar el poder político, pero que hoy se ha venido a menos ante la falta de credibilidad y el auge del caudillismo personal.
Humberto De la Calle es un hijo de la violencia en Colombia. A muy temprana edad, como muchos, tuvo que huir de su tierra natal por causa de la guerra. Sus triunfos son los logros de una docente de provincia.
Estudió en una universidad pública, donde fue un empoderado de la causa: al punto que lo detuvieron en diversas ocasiones por velar por una educación pública de calidad. Pronto De la Calle, se convirtió en jurista y profesor destacado.
Humberto de la Calle es un hombre de familia, desde que tenía 20 años está casado con Rosalba Restrepo con quien tuvo tres hijos (Natalia, Alejandra y José Miguel) y seis nietos, todos hombres.
Hombre de paz
Ha luchado toda su vida contra la guerra, la más grande de las injusticias. Humberto De La Calle es un luchador de las causas justas.
Cuando ejerció como Registrador Nacional, en los años ochenta, expidió la primera cédula para una persona transgénero y en los años noventa, en la peor la debacle de la historia colombiana, De la Calle lideró la construcción de la Constitución de 1991.
Esta carta se caracterizó por ser moderna, abierta y pluralista; fue un instrumento que cerró un ciclo de violencia y garantizó la libertad de culto, reconoció la diversidad étnica, fortaleció los derechos de las minorías y creó la tutela como garantía de defensa de los derechos de todos los colombianos.
Y en esa lucha contra las injusticias, sumada a su experiencia, su fuerza intelectual, su paciencia y su carácter, fue lo que le permitió a De la Calle poner fin al conflicto más antiguo del continente. Un conflicto que dejó más de ocho millones de víctimas y que todos creían imposible de acabar: la guerra contra las FARC.
Su labor como jefe negociador les demostró a los colombianos el perfil de estadista, de conocedor del Estado que posee.
Sin embargo, el fin de la guerra no es el fin de todas las injusticias. Con la fuerza del No todo vale, Humberto sueña con un país de oportunidades, que ataque la corrupción y lleve seguridad, educación, salud, justicia, gobierno y democracia a cada rincón de nuestra Colombia: Un país donde quepamos todos.
Si bien es cierto que cuatro años no son suficientes para acabar con todas las injusticias de nuestro país; sí son suficientes para cambiar el rumbo, y dejar abonado el terreno para que sean los jóvenes los que lleven al país hacia una nueva era.
Por eso su campaña está llena de soñadores, hombres y mujeres jóvenes de pensamiento y corazón, que se niegan a renunciar a la idea de que es posible un país donde quepamos todos. Ese es el país que te invitamos construir junto a él.